Es bien sabido que Nick Trost, de quien ya hemos hablado en la reseña
anterior, ideó y publicó multitud de juegos con cartas ESP (Aldo Colombini
preparó una colección de seis DVDs con las rutinas de Nick Trost y Howard
Adams). Por su simplicidad, con estas cartas se pueden aplicar varios
principios matemáticos y, por su simbología, estos principios quedan ocultos en
la misma presentación de los juegos.
La mayor parte de los juegos con cartas ESP requieren una
ordenación previa de la baraja, que consiste en 25 cartas con los cinco
símbolos ya conocidos repetidos cinco veces cada uno. La ordenación más común
es la secuencia cíclica
Esta secuencia es
fácil de recordar porque corresponde a la sucesión natural 1-2-3-4-5, debido a
que los símbolos se forman con una, dos, tres, cuatro y cinco líneas, respectivamente.
Por regla general, esta disposición no es fácilmente
detectable por el público debido fundamentalmente a que no se puede enseñar muy
claramente. Ahora bien, ¿existirá otra ordenación que quede más disimulada?
En la literatura mágica podemos encontrar, al menos, dos métodos con
los que se obtienen resultados aceptables. El primero de ellos se debe a
Richard Osterlind (mentalista de quien se dice que está a la altura de Tony
Corinda y Theodore Annemann), quien utiliza una especie de sucesión de
Fibonacci para obtener una ordenación cíclica de la baraja ESP. En el folleto “The
very modern mindreader and other miracles”, publicado en 2002, describe
su método. Empieza, como es usual, asociando cada símbolo con su número, como
ya hemos indicado, y empieza colocando dos círculos. De este modo, empieza con
los valores iniciales n1 = 1, n2 = 1. A continuación aplica
la fórmula nk+1 = 2(nk + nk-1), con lo que
obtiene la sucesión
1-1-4-10-28-76-208-568-…
Evidentemente, se debe restar cinco (o un múltiplo de cinco)
cada vez que el resultado sea mayor que cinco, de modo que la sucesión es la
siguiente:
1-1-4-5-3-1-3-3-2-5-4-3-4-4-1-5-2-4-2-2-3-5-1-2
La secuencia así obtenida es cíclica, de modo que no queda
afectada por sucesivos cortes en la baraja: basta conocer dos cartas
consecutivas para saber cuál es la siguiente. Solo tiene un problema: está formada
por 24 cartas, no por 25, y debe descartarse una estrella, pues el número cinco
aparece cuatro veces. Estas son las cartas de la secuencia:
Se ve claramente que no hay ningún orden aparente (aunque
siempre se repite la secuencia “estrella-A-B-A-A-C”), con lo que se consigue el
objetivo. No he encontrado ninguna variación sencilla con la que se obtenga una
secuencia cíclica con 25 cartas.
Con esta ordenación, Richard Osterlind realiza un efecto que
simula el propósito original del doctor Rhine al utilizar los símbolos ESP.
Después de una mezcla falsa, el mago pide al espectador que corte varias veces,
que entregue algunas cartas al mago (con la excusa de que son demasiadas).
Cuando el mago guarda estas cartas en un sobre o en un estuche, mira
disimuladamente las dos últimas cartas. Con esta información, puede demostrar
sus dotes adivinatorias pues irá acertando todos los símbolos de las cartas que
tiene el espectador. Imagino que no pasa nada si se ve solo la última carta y
no se logra adivinar la primera porque, a partir de entonces, ya tiene los
datos necesarios para adivinar el resto.
Por su parte, Doug Dyment, en su libro Stimulacra
(libro ya citado en la reseña “Cuadrado
mágico de salón”), propone una nueva versión basada en la sucesión de Nicolaas
de Bruijn (sucesión descrita con detalle en el rincón matemágico de Divulgamat,
mayo
de 2012), y que consiste en una modificación del método elaborado por Lee
Earle. En esta ocasión, debemos construir una sucesión cíclica que contenga los
cinco elementos del conjunto {1, 2, 3, 4, 5} de modo que cada subsucesión de
dos elementos aparezca una y solo una vez en la sucesión.
Como hay un total de 25 parejas de elementos del conjunto,
que son {11, 12, 13, 14, 15, 21, 22, …, 53, 54, 55}, se trata de formar una
secuencia de 25 números donde cada pareja de las anteriores aparezca una sola
vez. Hay muchas soluciones (de hecho hay 2048 soluciones), como por ejemplo,
1-1-2-1-3-1-4-1-5-2-2-3-2-4-2-5-3-3-4-3-5-4-4-5-5
o la que propone Doug Dyment,
1-5-1-2-1-3-4-4-5-4-2-4-3-5-5-2-5-3-2-2-3-3-1-1-4
La desventaja de este método es que se necesita memorizar la
secuencia completa. En el modelo de Doug Dyment, él asocia cada símbolo con una
vocal y construye una frase mnemotécnica (en inglés) que facilita la
memorización. Nos quedan dos alternativas:
1.
Aprender la frase “For a polliwog, the cutup had
substituted a marinated, iridiscent octupus”, teniendo en cuenta la
equivalencia
A -> estrella; E -> ondas; I -> cruz;
O -> círculo; U -> cuadrado.
2.
Construir una nueva frase con la equivalencia
que más te apetezca y con la sucesión de Bruijn que mejor te convenga.
Con esta ordenación, también es necesario conocer dos cartas
consecutivas para saber el valor del resto de las cartas. La rutina ya descrita
es un ejemplo perfecto de aplicación de esta ordenación.